1. Oración introductoria – Jesús presentado en el Templo – Fiesta de la Sagrada Familia – Lucas 2:22-40
Me detengo y poco a poco me calmo. Hago la señal de la cruz, tomando conciencia más profundamente de la presencia de Dios dentro de mí y en todo lo que me rodea. Pido la gracia del Espíritu Santo, el don de ser conmovido por la Palabra de Dios, que ahora se me permite leer, escuchar, reflexionar y permitir que forme a Cristo dentro de mí (Gal 4:19), para que pueda ser misericordioso, así como el Padre celestial es misericordioso (Lc 6:36). Pido esto con mis propias palabras o utilizando las siguientes:
«Padre celestial, gracias por la oportunidad de descubrir en la oración, junto a María, José, Simeón y Ana, la importancia de vivir cada día en fidelidad a tu plan de amor, ya que solo así puedo cumplir plenamente tu plan de amor para la redención del mundo.»
2. Lectura – Escucha: Jesús presentado en el Templo – Fiesta de la Sagrada Familia – Lucas 2:22-40
22 Cuando se cumplieron los días para la purificación de ellos, según la ley de Moisés, le trajeron a Jerusalén para presentarle al Señor 23 (como está escrito en la Ley del Señor: Todo varón que abra la matriz[a] será llamado santo para el Señor), 24 y para ofrecer un sacrificio conforme a lo dicho en la Ley del Señor: un par de tórtolas o dos pichones. 25 Y[b] había en Jerusalén un hombre que se llamaba Simeón; y este hombre, justo y piadoso, esperaba la consolación de Israel; y el Espíritu Santo estaba sobre él. 26 Y por el Espíritu Santo se le había revelado que no vería la muerte sin antes ver al Cristo[c] del Señor. 27 Movido por[d] el Espíritu fue al templo. Y cuando los padres del niño Jesús le trajeron para cumplir por Él[e] el rito de la ley, 28 él tomó al Niño[f] en sus brazos, y bendijo a Dios y dijo:
29 Ahora, Señor, permite que tu siervo se vaya
en paz, conforme a tu palabra;
30 porque han visto mis ojos tu salvación
31 la cual has preparado en presencia de todos los pueblos;
32 luz de[g] revelación a los gentiles,
y gloria de tu pueblo Israel.
33 Y los padres del niño[h] estaban asombrados de las cosas que de Él se decían. 34 Simeón los bendijo, y dijo a su madre María: He aquí, este Niño ha sido puesto para la caída y el levantamiento[i] de muchos en Israel, y para ser señal de contradicción 35 (y una espada traspasará aun tu propia alma) a fin de que sean revelados los pensamientos de muchos corazones. 36 Y había una profetisa, Ana, hija de Fanuel, de la tribu de Aser. Ella era de edad muy avanzada[j], y había vivido con su marido siete años después de su matrimonio[k], 37 y después de viuda, hasta los ochenta y cuatro años. Nunca se alejaba del templo, sirviendo noche y día con ayunos y oraciones. 38 Y llegando ella en ese preciso momento[l], daba gracias a Dios, y hablaba de Él a todos los que esperaban la redención de Jerusalén.
Crecimiento de Jesús
39 Habiendo ellos cumplido con todo conforme a la Ley del Señor, se volvieron a Galilea, a su ciudad de Nazaret. 40 Y el Niño crecía y se fortalecía, llenándose de sabiduría; y la gracia de Dios estaba sobre Él.
3. Pensamientos sobre el Evangelio: Jesús presentado en el Templo – Fiesta de la Sagrada Familia – Lucas 2:22-40– Reflexion y Comentario
Las palabras ‘según la ley del Señor’ son una especie de estribillo que se repite varias veces. Lucas menciona dos regulaciones. La regulación sobre la purificación de la madre se encuentra en Levítico 12:2-8. Ocurrió cuarenta días después del nacimiento. Hasta entonces, la madre no podía acercarse a los lugares sagrados y el ritual iba acompañado de la ofrenda de un animal pequeño.
La regulación de la consagración del primogénito está prescrita en Éxodo 13:11-16 y servía como una especie de ‘redención’ en memoria del acto salvador de Dios al liberar de la esclavitud en Egipto. En este caso también se ofrecía un animal pequeño. María y José, como fieles seguidores del Antiguo Pacto, cumplieron con estos rituales, mostrándonos así la importancia de cumplir con la ley.
En esta ocasión, también se encontraron con Simeón y Ana, quienes, debido a la iluminación y la acción del Espíritu Santo y sus vidas de fe y anticipación, reconocieron en su hijo al Mesías esperado, el Redentor. Simeón es identificado como alguien completamente inmerso en la anticipación, totalmente obediente a la guía del Espíritu que lo lleva al niño en el templo. En su canto, expresa que ha vivido lo suficiente para llegar a este momento y ahora puede retirarse para que otros vean la luz y la salvación que vendrán a través del niño para Israel y los gentiles.
Ana revela la gracia de este evento con su edad simbólica (valor simbólico: 84 es igual a 7×12, doce tribus de Israel; o 84-7=77, doble completitud) y también con su estilo de vida (ayuno y oración) en obediencia al Espíritu de la profecía y al anunciar a todos los que ‘esperan’. Su pertenencia a la tribu más pequeña, Aser, señala que los pequeños y débiles son quienes mejor pueden reconocer a Jesús, el Redentor. Ambas personas representan a aquellos dentro del pueblo judío que esperan y se alegran por el surgimiento de una nueva luz.
En general, las palabras que dicen que una espada atravesará el corazón de María se interpretan como su sufrimiento. Sin embargo, debemos ver en ella un símbolo de Israel, profundamente herido por la Palabra viva y afilada del Redentor (Lucas 12:51-53), como predijo Simeón. María también representa el camino del pueblo del nuevo pacto: debe confiar pero atravesará tiempos de dolor y oscuridad, batallas y silencios dolorosos. La historia del Mesías sufriente será dolorosa para todos, incluso para la madre.
Las metáforas de la ‘espada’ que atravesará y el ‘niño’ sobre el cual muchos tropezarán y cuya presencia sacudirá muchos corazones no deben separarse de las significativas acciones de estas dos personas mayores: Simeón toma al niño en sus brazos para mostrar que la fe es un encuentro y un abrazo, no solo una idea o teoría; Ana asume el papel de una heraldo y enciende una llama brillante en los corazones de todos los que lo ‘esperan’.
Toda la narración de manera sencilla habla de una pareja joven con un niño en brazos, un anciano que se regocija y lo abraza, una anciana que ora y proclama, y aquellos que escuchan.
Al final, habla sobre el pueblo de Nazaret, sobre el crecimiento del niño en el contexto ordinario de la vida del pueblo, que a la vez es extraordinario en sabiduría y bondad. Muestra claramente que Dios se revela y actúa misericordiosamente incluso en la vida y el entorno más comunes.»
4. Meditación – Reflexión – Jesús presentado en el Templo – Fiesta de la Sagrada Familia – Lucas 2:22-40
Ahora estoy reflexionando sobre la Palabra de Dios que he escuchado. Estoy mirando a Jesús y a otras personas en el pasaje. Estoy observando cómo la Palabra de Dios toca mis pensamientos y sentimientos, cómo me revela a Dios a mí y a mí mismo y a los demás en Él. Los siguientes pensamientos o preguntas también pueden ser útiles:
- ¿Qué me ha impactado al reflexionar sobre el pasaje y qué significa eso para mi relación con Dios, conmigo mismo y con los demás?
- ¿Qué significado adquiere mi vida diaria al verla a la luz de este pasaje del Evangelio?»
5. Oración Personal
En los próximos momentos de silencio, hablo de esto con Jesús. Le cuento lo que pienso, lo que siento, lo que quiero. Le pido la gracia que necesito para… (haz tu conversación con Dios).
6. Contemplación – Momento de silencio con Dios
Permito que todo dentro de mí se vuelva silencio. Estoy simplemente presente en Dios, así como Él está presente en mí. Quizás desde este silencio y quietud, sentiré aún más la dirección de Dios y Su deseo de que siempre esté con Él y haga todo con Él y en Él…
7. Oración al final
«Padre celestial, gracias por ayudarme a descubrir la importancia de la vida cotidiana. Por favor, ayúdame a vivirla bajo la guía del Espíritu Santo, como lo hicieron María, José, Simeón y Ana.»
8. Revisión de mi meditación o reflexión en la oración
Este es el momento en el que tomo conciencia y articulo lo que estaba sucediendo dentro de mí durante la oración. Las siguientes preguntas pueden ayudarme en la reflexión:
- ¿Qué estaba sucediendo durante la oración? ¿Qué sentimientos y pensamientos pude discernir dentro de mí?
- ¿Qué aprendí acerca de Dios, Su relación conmigo y con los demás, y mi propia relación con Él y con los demás?
- ¿Cómo concluí mi oración? ¿Qué recibí en ella para mi vida cotidiana?
- Al final, puedo anotar mis ideas, descubrimientos y realizaciones. También anoto dónde encontré dificultades, ya que pueden ser valiosas para comprender la relación de Dios conmigo y mi relación con Él. También pueden ayudarme a encontrar una forma de orar más adecuada. Luego, expreso gratitud al Dios trino por todo.
Las meditaciones de Lectio Divina se publican y adaptan con permiso de los jesuitas en ignacijevdom.si.
Texto de la Biblia – Nueva version International (NVI)